La pesca en el Imperio Romano
La
importancia de la pesca se incrementó durante el Imperio Romano. Varrón
nos cuenta como la cría de peces era muy lucrativa para las personas
que se decidían a construir viveros. La técnica se basaba en desviar
agua del mar para alimentar arroyos privados o estanques. Plinio también
nos da cuenta de esta actividad, nos relata como en la costa meridional
de la península Ibérica, especialmente en Carteia (Cádiz), se excavaban
viveros en la roca natural para mantener los peces vivos y controlar su
cría. Hasta tal punto tenía importancia esta actividad, que el famoso
historiador romano nos dice que a la muerte de Lúcullo, un criador
napolitano, sus viveros se cotizaban a cuatro millones de sestercios, lo
que es una cifra nada desdeñable.
Tenemos datos sobre la actividad
pesquera en Sicilia, donde Plinio nos da cuenta de la obtención de
coral en las islas Eolias y en Drapanum; Plutarco menciona sus famosas
anguilas; Marcial, Quintiliano o Macrobio nos hablan de sus lampreas y
Juvenal, del salmonete, que se pescaba entre las rocas y se vendía en
los mercados de Roma a un precio muy alto, un sestercio la libra.
Tenemos información sobre la captura de venderas en Tyndaris (Plinio),
arenques (Pólux), atún en Cephaleodium (Silio Itálico) o el escarus que
menciona Petronio en su Satiricón. Como se ve, una amplia variedad de
especies que hacían de los caladeros sicilianos un lugar muy atractivo
para los pescadores, que se contaban por cientos y se agrupaban en
cofradías, como relatan las crónicas. Para conseguir comerciar con el
pescado fresco, se transportaba vivo hasta Roma donde era almacenado en
estanques de agua salada en el llamado Forum Piscarium, nombre que
recibía el mercado de pescado en la capital del Imperio.
En
Egipto, la variedad de especies era también muy importante. Plinio, en
su Historia Natural, nos dice que el siluro llegaba a alcanzar precios
altísimos y se utilizaba en medicina, como el coracimo o el myax.
También eran muy apreciados los moluscos. Juvenal nos explica que, en
Roma, la venta ambulante de pescado procedente de Egipto era habitual.
Se conserva abundante documentación sobre la actividad pesquera en esta
región entre los siglos I y III d.C. En ellos podemos saber que existían
impuestos que grababan la pesca, que se necesitaba una licencia
renovable para ejercer la actividad, que los pescadores se agrupaban en
cofradías, que existían inspectores que controlaban las entregas de
pesca o ciertas prohibiciones sobre la venta de algunas especies en
mercados.
Pesca con redes
Anforas contenedoras de salsa de Garum
Pesca con redes
Anforas contenedoras de salsa de Garum
Mercado de Trajano
Disponemos también de
información sobre las especialidades de otras zonas del Imperio, como el
garum de Leptis Magna, en Tripolitana (actual Libia); las anguilas del
río Orontes y del lago Apamea (en Siria); las abundantes especies del
Jordán o de las asociaciones de pescadores del lago Tiberíades.
En Asia Menor, las costas de la
Propóntide, el Bósforo y el Ponto Euxino seguían repletas de pesquerías,
como en época helenística. El geógrafo griego Estrabón nos dice que se
capturaban atunes, lenguados y rodaballos y que los bancos más
importantes se encontraban en Trapezunte, Farnacia, Sínope, Bizancio y
Calcedonia, haciendo referencia también a los caracoles del Helesponto.
Para el médico Galeno, el pescado fresco del Ponto era el de mayor
calidad. Plinio vuelve a mencionar los mejillones de Cícico, de Grynium y
de Myrinas; las veneras de Mitilene y de Quíos. Polibio señala que las
mejores esponjas se capturaban en las cercanías de Antidrellus, en
Licia; también eran valoradas las de Rodas y, en menor medida, las del
Helesponto.
Las casas y factorias de Salazon
Fuente:
Mediterráneo Antiguo
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